viernes, 9 de septiembre de 2011

Lecciones de árboles


El sistema floral de Bach contiene treinta y ocho flores y cada una de ellas nos enseña algo, según como crece, se nutre y lucha.
Estas lecciones son ejemplos que tomar en cuenta. Ahora mismo, os hablaré de dos árboles que me llaman mucho la atención, el sauce y el pino.
El sauce (WILLOW) nos da la flor que combate el rencor y la “victimización”, esa actitud tan frecuente que tan bien resume la expresión "pobre de mí". Sauce sabe mucho de resentimiento, y con razón: ha sido un árbol sometidísimo a la tala salvaje y a la industrialización. Le siguen cortando parte del tronco y ramas para obligarle a crecer de otra forma.
No os escapará la clara analogía con el adiestramiento que muchos de nosotros hemos sufrido (o seguimos sufriendo) a manos de una sociedad capitalista, intolerante, únicamente preocupada por el dinero, el rendimiento o la apariencia. A manos también de padres o familias que, creyendo hacer un bien, nos obligan a seguir un camino que no es el nuestro, imponiéndonos una carrera, rechazando nuestra pareja o criticando nuestra manera de vivir.
Mucho puede reprochar el ser humano frustrado a sus educadores o a su entorno, la lista no tiene fin, sin siquiera hablar de los traumas y enfermedades que nos acechan a veces constantemente.
Podríamos, efectivamente, recitar el "pobre de mí" cada mañana.
Sin embargo, os recordaré un detalle importante (sin ánimo tampoco de subrayar que formamos parte de los pocos privilegiados de este planeta, ya sabéis por que): es sólo aceptando nuestras limitaciones (los "determinismos" según Jean-Paul Sartre) que nos haremos libres, a pesar de las "injusticias" que nos hayan tocando experimentar.
Por lo tanto, el sauce es el árbol clave porque siempre da lo mejor de si mismo a pesar de esa tala tan injusta, y hasta llega a crecer en lugares "impropios" sin perder sus ganas de vivir ni su belleza.
El segundo árbol que me dice mucho es el pino, (PINE), ejemplo ideal ya que estamos todavía en invierno. Árbol invernal, pues, del frío, de las cenizas, de la muerte y sobre todo de la culpa. No es casualidad que, en nuestras culturas, aparezca en diciembre un anciano que nos premia con regalos, o nos castiga tal vez...
Saber reconocer la culpa que tenemos en algo es no sólo sano sino imprescindible.
No obstante, tenemos que poner un límite a este proceso y seguir adelante con nuestro fuego, nuestra luz y es exactamente lo que hace el pino.
A pesar del invierno y de la culpa, sigue íntegro con su fronda entera y, al igual que el sauce, da lo más bello de si mismo en una época desagradable.
La culpa es compañera del perdón, no lo perdamos de vista, y la luz que emana de ese árbol (sea o no eléctrica) nos ha de decir que vale la pena continuar viviendo, intentando hacer las cosas lo mejor posible, con errores también a veces.
Así, esos dos árboles nos ponen frente a  nuestra responsabilidad y a nuestra luz interna en las cuales debemos creer firmemente.
He aquí una bonita frase de Epicuro para resumirlo: “"Acusar a los demás de las propias desgracias es una prueba de ignorancia humana; acusarse a si mismo significa empezar a aprender; no acusar ni a los demás ni a uno mismo es auténtica sabiduría".

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